En Italia, el debate sobre la compatibilidad entre la producción de energía a partir de fuentes renovables y el problema del consumo de suelo debido a la creciente ocupación de terrenos agrícolas por centrales eólicas y fotovoltaicas es cada vez más relevante.
Italia, por tanto, se enfrenta al gran reto de reducir las emisiones de gases en un 55% de aquí a 2030 y aumentar la producción de energía a partir de renovables hasta el 30%, alcanzando así los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIE). El crecimiento de las energías renovables en las próximas décadas estará impulsado principalmente por la fotovoltaica, y la nueva potencia fotovoltaica que se instale de media cada año entre 2019 y 2030 tendrá que crecer unas diez veces. Sin embargo, es importante que este crecimiento no dé lugar a una nueva ocupación del suelo. Según el Informe de Consumo de Suelo 2021 de Ispra (Instituto Superior de Protección e Investigación Ambiental) se «consumieron» 179 hectáreas de suelo en 2020 por la instalación de nuevos sistemas fotovoltaicos sobre suelo y, el Sistema Nacional de Protección del Medio Ambiente en Italia constató que los sistemas fotovoltaicos ocupan actualmente unas 17.560 hectáreas de terreno. Los expertos estiman que para la instalación de otros 75 GW de aquí a 2030, y utilizando valores similares a los actuales como coeficientes medios de ocupación, podría calcularse una superficie de más de 50.000 hectáreas de nuevo suelo consumido.
Por tanto, el consumo de suelo es contrario a los objetivos de desarrollo sostenible y de transición ecológica y podría tener consecuencias negativas para el medio ambiente y la calidad de vida, ya que reduce la disponibilidad de recursos naturales, la biodiversidad, los servicios ecosistémicos y la resiliencia frente al cambio climático.
La Estrategia Europea del Suelo 2030 también aboga por la reutilización de los suelos ya consumidos o sellados y, por tanto, por no consumir nuevos suelos, sino centrar las nuevas necesidades en lo ya consumido en el pasado, limitando al máximo el impacto paisajístico y la pérdida de superficies agrícolas.
Según los expertos, para poder combinar los objetivos de la transición energética con los de la protección del suelo y los recursos naturales, el mantenimiento de la producción agrícola y la conservación del paisaje, las nuevas instalaciones deberán hacerse en terrenos ya degradados o contaminados, sobre edificios existentes, y usar infraestructuras aparcamientos o zonas productivas y comerciales, terrenos baldíos y otras zonas ya ocupadas. Para ello es importante que las instituciones adopten una planificación urbana y espacial precisa, que tenga en cuenta tanto las necesidades energéticas como las ambientales. En la región de Campania, en el sur de Italia, se está llevando a cabo un debate entre explotaciones agrícolas y empresas de plantas fotovoltaicas para promover un estudio de viabilidad sobre la posibilidad de instalar plantas fotovoltaicas en terrenos descontaminados con el fin de crear un modus operandi general a partir del cual implantar un sistema virtuoso de producción de energía fotovoltaica sin consumir tierras agrícolas y preservando así el suelo.